Por: Karen Tedio
César se llamaba. Su apellido, ahora, a quién le puede importar. Tenía la cabecita pelada que cubría con una cachucha a lo «Tim», el recordado brasileño que entrenó a la selección peruana de fútbol.
Antes de morir quiso su alma recoger, algunos de sus pasos. Decidió ir al fuerte militar para reconocer al mayor «Tragallaves» Mattos, porque tenía una gran curiosidad por conocer a ese protervo personaje.
Como buscando una despedida, fue donde Robin Riva, a soplarle al oído, quien durante los cuatro años de su gestión como presidente del GOREL, le hizo sufrir al igual que a casi noventa pensionistas, cuando abusiva y groseramente, desconoció un acuerdo de consejo regional que favorecía a cesantes y jubilados del gobierno regional.
No tuvo Robin, respeto ni para su vicepresidente, el esperpéntico Vittorio Isla, que había suscrito ese documento en la sesión descentralizada de Contamana, como presidente en funciones.
El espíritu de «Tim» le confió a otra alma atribulada, que mejor era apresurar su presencia ante Dios, luego de enterarse que el hitleriano Robin Riva quería volver a presidir el GOREL. «Cómo puede regresar ese cruel narisapita», habíale dicho.
«Tim», lejos de las mezquindades de un mal político, tiene ahora en el cielo merecidos goces.
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