Dramáticas Poesías


Autor: José W. Vargas Vega

Mayo de 2011
Prefiero a veces la libertad
del encierro y fríos barrotes
a aquella hipócrita y poco creíble.

Prefiero a veces la libertad
del ave que rauda y feliz vuela muy alto,
a la nuestra, incapaz y lírica.

Prefiero a veces la libertad del niño,
alegre y natural, ingenua y sin atadoras
a tenerla sabiendo que esclavos somos
de nosotros mismos.

Prefiero a veces la libertad del hombre,
que sintiéndose tal gritando a los cuatro vientos
y que sabiendas no lo es, a la simple
conjetura del que ni siquiera piensa.

En suma, quiero la libertad que propugnamos
y luchamos, la libertad de conciencia, olvidando
grandes odios y temores, y no aquella
conferencial y plazera, politiquera y demagoga;
sólo aquella real y que fervorosamente
anhelamos: ¡la libertad de ser libres!

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Hay un nudo en mi garganta
son flores tristes y marchitas
llorando sin cesar tu partida.

Hay un nudo en mi garganta
es escalera que cruje
mudo testigo de tus andares.

Hay un nudo en mi garganta
es fiel avecilla de sombrío trinar
que añora inigualable tu estancia
en mi alcoba.

Hay un nudo en mi garganta
son perlas que tu boca encierra
y no sonríe ya.

Hay un nudo en mi garganta
es llanto lastimero del niño
lamentando mí desgracia.

Hay un nudo en mi garganta
eres tú, María
sumida en eterno y profundo dueño.




Mayo de 2010


Autor: José W. Vargas Vega

Si mi vida no vale un real,
si un centímetro es mi medida
si el agua moja mi cuerpo y no mi alma
si el aire me castiga con su fuetazo cruel
si dicen que me quieren pero me engañan
si con ramo de olivo me pegan sin piedad y duro
y si mi vida no es lo que pensaba,
y que distinta pudo ser.
He de entregarla entonces al primer postor,
al yerto ser que asiendo mi mano
ha de llevarme por camino yermo
elevando alas y sonrisas de triunfo
en busca de un mundo mejor.

Por qué ¡oh! arcano y añoso esquilón
interrumpes con ese afán tesonero de tu torvo
repiquetear
esta mi placentera quietud de sueño
eterno y profundo que ahuyenta aún más
y de a pocos, éstas mis ganas de seguir viviendo
en ésta, aunque lúgubre, apacible
estancia del camposanto célebre por ignoto.
Ruégote señor campanario develar el misterio
y acabas con éste suplicio de tu aviesa
sinfonía, dejando no de hacerlo, utilizando
sino la menor de tus fuerzas, reuniendo
a la bondad de tu conciencia y a la ejecutoria
dulce aunque callosas de tus manitas,
y develado el misterio será.

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