Ventana al Tiempo



(Mayo 2011)
Al rescate del elefante blanco

Escribe: Raúl San Martín

Rascacielos para soportar solo
antenas en su azotea.
Podría sugerir el título de esta nota, el nombre de una película o de una noveleta popular. Sin embargo nuestro albo paquidermo es el -increíblemente- edificio inconcluso de once pisos cuyo inicio de construcción data de hace aproximadamente 36 AÑOS, y que a ninguna autoridad regional o edilicia le ha importado un ápice lo que aquel podría significar en el futuro.
«Comienza a erigirse nuestro primer rascacielos», decían entusiasmados muchos vecinos de este Iquitos que nunca tuvo un desarrollo integral, menos urbanístico, pese a los muchísimos millones de dólares que ha dejado el canon petrolero, y a los ya odiosos «incentivos tributarios» que únicamente han servido a no pocos empresarios que prefirieron invertir en otros sitios sus jugosas ganancias en la hoy caótica ciudad capital cuyos servicios de agua y energía eléctrica sigue siendo defectuosos; y para otras ciudades y pueblos de la región Loreto.
ALGO DEBE HACER EsSALUD
La organización asistencial EsSALUD es la propietaria de ese abandonado «elefante blanco» de la calle Raymondi, donde ningún funcionario ha demostrado la más mínima predisposición de rescatarlo del olvido, habilitando en él un hospital o un hotel de primera categoría.
AL TORO POR LAS ASTAS, O AL ELEFANTE POR LA TROMPA
Si acaso esos indolentes ejecutivos quieren que esa VERGÜENZA URBANA continúe en ese aciago estado, debe el chirigotero Alcalde Charles Zevallos E., apercibirles a remodelar el «rascacielos» sin más pérdidas de tiempo.
Y si al gringuito sugestivo le importa un zapote el mejoramiento urbano de Iquitos, que se constituya con el apoyo de los congresistas electos, un movimiento popular capaz de exigir la materialización de un noble anhelo ciudadano: evitar que ese descuidado inmueble siga siendo un MONUMENTO a la insensatez, a la incuria, a la pasividad, a la vergüenza y al conformismo.

(Septiembre 2010)



El encandilado “Charpico”

Escribe: Raúl San Martín

Era medianamente conocido en la década de los sesentas. No sé exactamente si nació en Caballococha, pero lo cierto es que bordeando las seis décadas Leopoldo Charpentier Ruiz, habíase convertido en un político sagaz con aspiraciones serias a la Presidencia de la República.

En rueda de amigos en el antiguo café «Parisien», les confesó que quería ser primer mandatario «para mandar al carajo a todos los problemas del Perú particularmente de Loreto». Confesó que su situación económica era mala, pero como tenía vena periodística, pondrá en circulación un periódico, formato estándar, «para financiar mi campaña con las ventas y la publicidad».

Curiosamente el eventuario se llamó «El Charpentier» con su lema «Solo el charpentierismo salvará al Perú». Su apellido identificaba a un medio informativo y por extensión a una fallida concepción doctrinaria.

Recuerdo como si fuera un hecho reciente el primer y único mitin realizado en la Plaza «28 de Julio», una fresca noche octubrina de 1962. El líder charpentierista y media docena de sus acólitos sin contar al presentador, utilizaron como escenario la glorieta. La concurrencia estaba formada por no más de 200 personas al comenzar el acto político a la 19.00 horas. Unos diez guardias civiles fueron comisionados para resguardar el orden.
Don Leopoldo inició su discurso a las 19.15 horas. No puede decirse de él que poseía una oratoria portentosa, empero demostró que era un demagogo e iluso estupendo. Dijo, por ejemplo, que una vez en el poder, cubrirá con techo de palmeras -en toda su extensión- la carretera «Federico Basadre» de Pucallpa, para que nunca más se convierta en un lodazal intransitable durante y después de las lluvias; y que traerá de la costa unos mil caballos para dar fuerza a la planta de suministro eléctrico de Iquitos.
A estas alturas de la disertación uno de los asistentes le gritó: « ¡Buena Charpico, así se habla, que viva Charpico!». Muy conturbado Charpentier a voz en cuello le espetó: « ¡Oye só cojudo, charpico será tu abuela, ya verás cuando termine el mitin te buscaré para sacarte la chochoca!». Muchos asistentes de buena gana rieron ante tamaña bufonada.
Al cabo de tres horas Charpico seguía hablando. Quedaban en dicha ágora alrededor de cuarenta personas. Hasta los guardias se retiraron, quedando apenas dos.
Al notar que cada vez se quedaba con menos gente, Don Leopoldo optó por decir: «No se vayan só pedazos de marmanshos, quiero manifestarles que el cejudo Fernando Belaúnde anda diciendo que conoce el Perú pueblo por pueblo, yo, Leo Charpentier, conoce el Perú casa por casa y cama por cama. De igual modo el viejo Haya de la Torre ofrece de llegar a la presidencia, pan con libertad, yo Charpentier daré a todos los peruanos sin ninguna excepción, pan con mantequilla; digan ustedes cuál es mejor…».

(Mayo 2010)
El cartero, memorable personaje
Escribe: Raúl San Martín


No será fácil olvidarle. ¡Cómo pues pudiéramos borrarlo de nuestra memoria, si durante muchísimos años fue aquel humilde servidor, que soportando fríos, lluvias y rayos calcinantes de un sol abrasador, llegaba a nuestras casas portando la soñada y anhelada carta!
Cuántas veces sonreímos, él entregándonos su especialísimo encargo y nosotros recibiendo el albo sobrecillo que nos apresurábamos en abrir con trémulas manos, cuyo contenido en tantas oportunidades nos alegraba y en otras nos entristecía; pero que tenía la inigualable magia de acercarnos a familiares y amigos, a pesar de las inmensurables lejanías.
“Allí viene Don Policarpo, el cartero. Seguro que trae un sobre para mamá”, escuchábamos decir a un familiar. Recuerdo el lluvioso día cuando le hicimos pasar a nuestra estrecha salita a uno de esos trabajadores epistolares. Bebió apresurado un pocillo de upe que le invitamos, cogió su enorme cartapacio y salió apresurado diciendo: “Tengo todavía bastante correspondencia que entregar. Muchas gracias, estuvo rico el upecito”. El aguacero continuaba golpeteando los techos de calamina y convirtiendo a las calles en canales fluviales.
Un poema hecho canción, “Escríbeme”, decía en uno de sus versos: “Son tus cartas mi esperanza/ mis temores mi alegría/ y aunque sean tonterías/ escríbeme, escríbeme…”. Los chasquis modernos pocas veces han sido mencionados en escritos poéticos pese a ser los artífices de ese extraordinario acercamiento humano.
Muy pocos ahora se acuerdan de esos servidores postales de incesante caminar a quienes nada les impedía entregar su preciada carga, ni los rigores climatéricos menos el cansancio.
Actualmente las cartas (los e-mails, les dicen en lenguaje “moderno”), si se cuenta con el servicio solicitado, nos llegan vía internet. El modernismo ha sacado de nuestras calles al trabajador epistolar, quien nunca al entregarnos su valiosísimo encargo no hacía ni una mueca despectiva; antes bien, nos saludaba con una franca sonrisa.
Las cartas ya no son las mismas. Ahora son simples mensajes que se leen en una fría pantalla, o se las imprime en un papel que no ha recibido los trazos de un lapicero tomada por una mano firme que recibía los dictados de un corazón emocionado, impulsados por un alma capaz de exteriorizar los más nobles sentimientos.

1 comentario:

Teresa Leandro Saavedra dijo...

Hola, como estan, resulta que el señor Leopoldo Charpentier Ruiz, resulto ser el abuelo de mi mama, hija, de la unica hija de Leopoldo Charpentier, en total, el señor tiene 6 nietoss. Quisiera me pudieran proporcionar los datos de nacimiento del bisabuelo, seria muy importante para nuestra familia ^^
atentamente.
Teresa Leandro Saavedra